miércoles, 15 de junio de 2011

Time passes, even for me

Te percatas, te sorprendes, te asustas incluso, al descubrir cuán rápido late tu corazón, tus respiraciones son superfluas y más variadas de lo que deberían. Tu ceño está fruncido, tu mirada es fría, y tu mandíbula se encuentra encajada de tal manera que olvidas esa manera tan peculiar, compleja, que utilizaba tantos músculos de tu cara y que te permitía sonreír. Un cuento de Jorge Bucay ponía de manifiesto que muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada. Pero si nos damos tiempo para mirar bien, nos damos cuenta de que esta furia que vemos es solo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad, está escondida la tristeza. Si es eso pues, lo que me ocurre, me deshago en ganas de quitármela de encima de una vez por todas.
Cierras los ojos, respiras lento una vez, dos...tras cincuenta respiraciones pausadas comienzas a caminar, eso sí, lentamente. No pensar en nada puede que sea la solución, te concentras en el Sol que toca tu piel, la agradable sensación de los músculos de tus piernas al moverse, la cálida voz de aquellas personas que están siempre a tu lado. Aun así es en vano. Te exasperas por completo. Te han hecho daño. La herida está reciente. Sangra de cuando en cuando. Deseas que cure de una vez por todas, desaparezca y sobretodo, no deje cicatriz. Pero no lo hace. No hace nada de lo que le pides.
Me dejaré llevar e intentaré, que la alegría de los demás me embargue. Al fin y al cabo, tengo el momento idóneo para ello.

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